4.5.11

De vuelta al "valium"

Vine a la oficina después de casi dos semanas de "vacaciones".
Nada parece haber cambiado.
Ni siquiera el aire somnífero de los miércoles, que más parecen lunes (en mi caso).
Solo me mantiene en pie un pensamiento que no me abandona ni un segundo.
¿Cómo me veré en el verdadero vestido si así me vi solo en el molde?
Faltó poquito para que algunas lagrimitas salieran de mis ojos pero no.
No quise que nada nublara esa visión tan linda del momento más esperado por mi corazón.
Luego, como si un pensamiento hubiese entrado en mi mente sin tocar la puerta me acordé de mi carro.
Tal vez por lo que todo el día había manejado más que Quispe en una semana por una o mil razones.
Sentía cansado desde el pelo, hasta la punta del dedo gordo del pie derecho.
Solo quería llegar a la casa y conversar horas de horas con mi espejo preferido: Lalo.

Por la noche, al entrar en la cochera, ya sin andamios pero con un poco de polvo de guerrilla blanca, me acordé de uno de esos graciosos capítulos de mi vida cuando decía: qué otra cosa me puede pasar. Desde ese día no volví a pronunciar esa frasecita porque después de haber llegado tarde al trabajo (el anterior), una pelea con mi mami y tal vez una que otra metida de pata con palabras que se salen de la boca como impulsadas por una extraña fuerza que solo quiere reírse de uno, pasó literalmente la gota que derramó mi vasito de paciencia. O buen humor como queramos llamarlo.

Mi carro, en ese entonces tan nuevecito por dentro y por fuera era el que todo lo escuchaba sin quejarse. Sin poder decir su opinión ni emitir consejo alguno. Ese día, el camino de regreso a mi casa fue un solo de quejas y chillidos de loca por riquísimo tráfico de Lima (el que antes era un poco menos asqueroso que ahora). Ese día, entendí que no solo las personas sienten. Los objetos también.

Al llegar a la casa, metí el carro como siempre pero un estornudo, para nada oportuno, me hizo apretar el acelerador un poquito, y solo ese poquito era necesario para empotrarme contra la parte trasera de tu carro. Ese que tanto cuidabas y ahora lo tenemos como un tesoro. Bajaste asustado pensando que algo me había pasado y yo solo renegaba más y más y hacía caso omiso a tus palabras. Esas palabras que hoy valen ORO para mí y en ese momento no supe escuchar, y tampoco valorar. Me decías que todo tenía arreglo y que no había pasado nada con el carro (pero en realidad sí se veía el raspón que dejé por mi mal humor). Pero tú, como siempre, tratabas de calmarme como sea. Aguantándolo todo...

Si pudiera retroceder el tiempo...
Lo haría solo para enseñarte mi vestido...
Porque sé que lo demás, es imposible.
Retroceder el tiempo para siempre, no se puede.
Pero si es solo por un ratito,
¿Quién dice que no?

2 comentarios:

  1. Es cierto es mejor evitar decir esa frase de "que mas me puede pasar" porque automáticamente despues de decirla, pasa algo peor!
    Si dicen que recordar es volver a vivir, supongo que esa es la manera de retroceder el tiempo, almenos un poquito.

    :)

    ResponderEliminar
  2. Cambiemos la frase por... ahí termina mi racha! PUNTO! jajaja

    ResponderEliminar

Al fin te pude escribir algo antes de que comentes.
GRACIAS INFINITAS por leerme...
Déjame aunque sea una palabrita... eso me inspira para el siguiente post ;)
Besos!