Una persona...

Me enseñó que lo bueno siempre llega.

Que el tiempo no es más que un ingrediente adicional.

Que con una sonrisa se logra mucho.

Que lo malo alguna vez en la vida te visita.

Pero así como llega, se va.

Me enseñó también a decir te quiero.

A tratar a los demás con como si el rencor no existiera.

A perdonar con el corazón y no solo con la palabra.

A mirar al cielo, y simplemente entender que hay algo más.

A decir siempre la verdad, aunque te duela después.

Me enseñó que la frase "el mal siempre triunfa" no es del todo cierta.

Que uno nunca debe hablar con la cabeza caliente.

Que no hay nada que detenga las espuelas de las palabras hirientes.

Que sólo ella puede revivir, salvar, proteger e inmortalizar un recuerdo.

Que siempre es bueno llevar una casaca de repuesto.

Me enseñó que el mundo no se puede acabar de la noche a la mañana.

Que a pesar de los encontrones siempre está el amor.

Que el viento sople en contra, en algún momento cambia de dirección.

Que cuando uno menos lo espera se abre el cielo y se sube el telón.

Que la vida no te puede agarrar desprevenido y por eso hay que prepararse.

Me enseñó que uno no muere de amor.

Que a veces no hace falta contar las cosas completas porque se entiende.

Que cuando algo da vergüenza, nunca se debe agachar la cabeza.

Que todos tenemos una corona y un lugar en la mesa.

Que siempre hay que decir, por favor, sin olvidar dar las gracias.

Me enseñó que la indecisión no es mala.

Que cuando uno duda, es porque algo teme.

Y cuando algo teme es porque no todo está claro.

Y si no todo está claro, se deben pensar mejor las cosas.

Porque no es malo tomarse un tiempo para pensar.

Me enseñó que la vida no es una línea recta con barandas a los costados.

Que así como hay días buenos hay otros que solo queremos que pasen y ya está.

Que las páginas no pueden arrancarse pero sí dar paso a la siguiente.

Que hay tropezones tan fuertes que pueden romper un poco el cascarón.

Que cuando se está subiendo una escalera, bajar un peldaño es retroceder mil años.

Me enseñó que no se debe perder nunca ese brillo en los ojos.

Que por más que uno crezca no debe perder de vista ese lado de niño.

Que no siempre las cosas salen como lo esperamos.

Que las grandes sorpresas llegan cuando son menos esperadas.

Y que lo esencial de la vida no viene con instrucciones.

Me enseñó que no existe un manual universal.

Que las mejores recetas salen del corazón cuando está conectado a la razón.

Que caminando se aprende un poco más que sentando.

Que nada está dicho.

Y todo se puede.

Me enseñó que un sólo rostro puede contener el significado de muchas palabras.

El amor.

El cariño.

El respeto.

El coraje.

La perseverancia.

La paciencia.

El positivismo.

La preocupación.

La ternura.

El perdón.

Ese rostro es el rostro de la persona con la que te casaste y fuiste tan feliz aquí en la tierra.

Ese es su rostro.

El rostro de mi mamá.

Feliz día mami!