Pasar de la risa al llanto, y viceversa es tan fácil como respirar. Un momento lindo nos puede tumbar al suelo solo con una palabra, una llamada o o tan sólo un simple recuerdo. Aunque prefiero pensar en esos momentos tristes que son opacados por un ataque violento de cosquillas que hacen que uno se olvide del mundo que lo rodea. Ese mismo mundo que sigue girando a pesar de todo.
Recuerdo esa vez que discutimos hace mucho tiempo, no recuerdo porque, pero seguro fue un permiso negado, de todas maneras. Es que ya me parecía un exceso el no poder cruzar la pista a los 11 años sin ayuda de alguien mayor. Me sentía la más marciana rogándote el permiso para subirme a una combi y poder ir a la universidad. Ni siquiera colegio, universidad! Ahora me da risa, pero en ese entonces me moría de la cólera. Entonces, en una situación parecida debimos de haber estado para discutir.
- No veo las horas de irme a otra casa y poder hacer lo que quiera.
- Las puertas están abiertas...
- Ayyyyyyyyy!!! (molestísima)
Caminé a mi cuarto y tiré la puerta. No era una puerta completamente de madera, sino tenía cuadritos de vidrio pavonado. Es decir, no se veía nada sólo sombras por si alguien deambulaba por ahí.
(toc-toc-toc)
- No voy a salir papi, estoy viendo televisión.
- No quieres frunas, aquí tengo algunas.
- No gracias.
- ¿Vas a seguir molesta?
- No molestes papi...
(Hasta ahora me río de eso. A pesar de estar reventando te decía siempre "papi")
- Bueno... (decías entre risas)
- Ayyyyyyyyy, qué pesado! De qué te ríes!!!
- Nada, nada, ya me voy...
(Escuchaba tus pasos alejarse)
Abrí la puerta para ir al baño y al salir me di cuenta que estabas pegado a la pared del pasillo. ¿Tratando de escuchar algo tal vez? Según tú, para nada, estabas a punto de bajar las escaleras y te quedaste por ahí mirando tu teléfono. Seguro...
Al entrar nuevamente a mi cuarto, dejé la puerta abierta y prendí la tele. Llamé por teléfono a una amiga para contarle que no me habías dejado ir (no sé a donde, pero el permiso fue negado). Empecé a decirle que había discutido contigo y que de ninguna manera te convencería. Me asomé a la puerta para ver si seguías apoyado en el marco como un "agente encubierto" y sí, ahí seguías. Escuchándolo todo, tratando de ver si hablaba de ti o si contaba algo que "no querías escuchar".
- Ya te corto, porque tengo "MOROS" en la costa.
- ah????
- Nada, te llamo luego, chau!
La sombra, desapareció como por arte de magia. "Ay, mi papi", decía en mi mente. Me recosté nuevamente entre las almohadas. Y de pronto escuché un sonido lejano... abrí los ojos como si estos trataran de "escuchar" mejor el sonido y salí disparada... "TEMBLOOOOR!!!!", iba corriendo por el pasillo diciendo "papi, papi, papi tembloooo..." ah no... más molesta todavía estaría después de descubrirte con las manos como puños en la pared dando pequeños y fuertes golpecitos seguidos. Era la misma broma de todas las semanas, y yo, como siempre, caía.
- Papi, en verdad qué pesado eres!!! Ya nadie cree que es temblor!
- Ah no? Y por qué saliste corriendo de tu cuarto entonces (atacado de risa).
- No sé, pero no te creí.
Regresé a mi cuarto, pero no sin antes pedirte una de tus típicas gomitas. Esas que les quitaban la molestia hasta al más gruñón.
Es muy fácil pasar de la molestia a la risa.
Hasta ahora, sigue resultando fácil para mí, felizmente.
- No veo las horas de irme a otra casa y poder hacer lo que quiera.
- Las puertas están abiertas...
- Ayyyyyyyyy!!! (molestísima)
Caminé a mi cuarto y tiré la puerta. No era una puerta completamente de madera, sino tenía cuadritos de vidrio pavonado. Es decir, no se veía nada sólo sombras por si alguien deambulaba por ahí.
(toc-toc-toc)
- No voy a salir papi, estoy viendo televisión.
- No quieres frunas, aquí tengo algunas.
- No gracias.
- ¿Vas a seguir molesta?
- No molestes papi...
(Hasta ahora me río de eso. A pesar de estar reventando te decía siempre "papi")
- Bueno... (decías entre risas)
- Ayyyyyyyyy, qué pesado! De qué te ríes!!!
- Nada, nada, ya me voy...
(Escuchaba tus pasos alejarse)
Abrí la puerta para ir al baño y al salir me di cuenta que estabas pegado a la pared del pasillo. ¿Tratando de escuchar algo tal vez? Según tú, para nada, estabas a punto de bajar las escaleras y te quedaste por ahí mirando tu teléfono. Seguro...
Al entrar nuevamente a mi cuarto, dejé la puerta abierta y prendí la tele. Llamé por teléfono a una amiga para contarle que no me habías dejado ir (no sé a donde, pero el permiso fue negado). Empecé a decirle que había discutido contigo y que de ninguna manera te convencería. Me asomé a la puerta para ver si seguías apoyado en el marco como un "agente encubierto" y sí, ahí seguías. Escuchándolo todo, tratando de ver si hablaba de ti o si contaba algo que "no querías escuchar".
- Ya te corto, porque tengo "MOROS" en la costa.
- ah????
- Nada, te llamo luego, chau!
La sombra, desapareció como por arte de magia. "Ay, mi papi", decía en mi mente. Me recosté nuevamente entre las almohadas. Y de pronto escuché un sonido lejano... abrí los ojos como si estos trataran de "escuchar" mejor el sonido y salí disparada... "TEMBLOOOOR!!!!", iba corriendo por el pasillo diciendo "papi, papi, papi tembloooo..." ah no... más molesta todavía estaría después de descubrirte con las manos como puños en la pared dando pequeños y fuertes golpecitos seguidos. Era la misma broma de todas las semanas, y yo, como siempre, caía.
- Papi, en verdad qué pesado eres!!! Ya nadie cree que es temblor!
- Ah no? Y por qué saliste corriendo de tu cuarto entonces (atacado de risa).
- No sé, pero no te creí.
Regresé a mi cuarto, pero no sin antes pedirte una de tus típicas gomitas. Esas que les quitaban la molestia hasta al más gruñón.
Es muy fácil pasar de la molestia a la risa.
Hasta ahora, sigue resultando fácil para mí, felizmente.