Lo que hay en un rincón de mi mente

Tengo el orgullo de poder decir que la persona más importante en mi vida fue un verdadero heroe.
Un hombre que con cada palabra, me enseñó a ser lo que soy ahora.
Un hombre que por 65 años, se dedicó a vivir sus sueños y a hacerlos realidad.
Un hombre por el que yo daría la vida.
Un hombre que aunque ya no esté conmigo, en este mundo, lo está a cada minuto en mi corazón,
en mi mente, en mi alma.
Un hombre al que le dedico este blog.
Un hombre al que yo prefiero decirle papá...

25.8.14

La mejor historia de mi vida acaba de empezar

Alguna vez pensé que sí era posible lograr un cambio de vida. Pero lo que nunca imaginé, fue que la llegada de mis bebitos sería el punto de partida para el verdadero inicio de mi vida...

Hace exactamente tres semanas fui a mi consulta de rutina con el doctor que me atendió durante los casi 8 meses que estuve embarazada. Diría los mejores 8 meses de mi vida de no ser por las últimas 2 semanas. De las cuales una estuve internada y la otra postrada en mi cama con un dolor increíble en la vesícula. En verdad, días de terror. En fin, ese mismo día de control pre natal, traje al mundo a dos angelitos que simplemente se robaron mi corazón desde el día 1 que me enteré que estaban en camino. 

Fue un poco accidentada su llegada, pues mi beba estaba haciendo un poco de esfuerzo porque estaba muy apretadita. Su hermano estaba nadando en una piscina y ella en una piletita de agua. Gracias a Dios, ese mismo día el doctor no dudó ni un solo segundo y me dijo en plena ecografía a las 11:00 am "nada, te los sacamos hoy mismo. Por favor preparen la sala que entramos a operar a las 2:00 pm". Confieso que el miedo me invadió, miles de preguntas bombardearon mi cerebro y las lágrimas empezaron a correr. Lalo llamando a mi mamá para que nos trajera el maletín que con las justas habíamos preparado un día antes. Como presintiendo algo... pero mi principal preocupación no era esa, sino eran mis hijos. Tenían solo 34 semanas, 3 menos para que sean considerados a término. Y eso que un bebé completamente a término tiene 40 semanas, la excepción es que cuando son mellizos se consideran 37 máximo 38 semanas. Estaban aún muy chiquititos para salir al mundo. Yo, no hacía más que sentirme culpable. ¿Por qué no aguanté más tiempo? ¿Por qué fui tan débil y no soportar ese dolor de vesícula causado por la rodillita de mi beba? ¿Por qué no pude tener un final de embarazo normal?, y miles de cosas más rondaban mi cabeza mientras me preparaban para la operación más veloz de la historia. 

La hora se acercaba y yo seguía sin creerlo. Estaba a solo minutos de conocer a mis bebitos. Los que tanto esperamos y por los que eramos capaces de dar la vida sin conocerlos siquiera. Mis dos angelitos, mis milagritos, mis deseos hechos realidad, mis enanitos... mis hijos. 

Llegó el momento, y mi mama y Lalo se despidieron de mí por unos momentos. Lalo entraría luego para darme la mano (según yo), me cambiaron de camillas unas 5 veces llegando a distintos puntos hasta entrar a la sala de operaciones en donde todo empezó. Creo que la realidad superó a la ficción para bien. No sentí nada, y la epidural es LA GLORIA. Solo un poco presión y listo! Lo único malo es que cuando me pedían mover la cadera hacia la derecha simplemente no podía moverme ni medio centímetro, era inútil. Pero lo bueno era que podía mover los dedos del pie y en mi cabeza decía "ok! no estoy inválida". Y es que son tantas cosas las que una escucha que se crea historias falsas en su cabeza sin tan siquiera haber vivido el momento. Por eso, siempre es mejor que uno mismo construya su historia. Sin más.

Entró mi doctor, quien me agarró la frente, me limpió una lágrima y me dijo "ya estamos! Vamos a conocer a tus bebitos, y no te preocupes que todo está y estará muy bien". Yo solo escuchaba y preguntaba por mi esposo. Nadie me respondía. Miré hacia los lados medio borracha por las cosas que empezaban a ingresar por mi vena del brazo izquierdo y había mucha gente en la sala, pero ninguno de ellos era Lalo. Empecé a desesperarme. Respiré hondo y le pedí a mi papá que me diera la mano, que no me suelte en todo ese momento, y lo mejor es que así fue. Sentí que alguien me dio la mano y cuando abrí los ojos, para ver si algún doctor estaba ahí no había nadie. Sin duda, mi papá estuvo conmigo. 

Empecé a buscar un punto fijo en el que concentrarme y perder el miedo, y no se me ocurrió nada mejor que mirar hacia arriba, a un reflector que más parecía un espejo. Lo vi todo... el corte, las capas de piel, la sangre, y mis hijos. Ahí estaban, juntitos y aún sin esperar entrar al mundo así como así. Salió uno y se lo llevaron a la derecha, yo lloraba muchísimo pidiendo que me lo enseñen, me desesperé porque aún no lloraba y hasta que por fin lo hizo! La alegría más grande me invadió y volví al reflector, salió la segunda y fue igual. En unos segundos me los mostraron y se los llevaron sin decirme nada. A dónde se los llevaban, no era posible! Quería abrazarlos, sentir su piel y decirles lo mucho que los hemos esperado y que seguro su papito estaba afuera rezando por nosotros. Pero no fue así, y yo simplemente abrí los ojos a las 5 de la tarde en un cuarto blanco, sola. Luego el doctor me explicó todo. "Los bebes están muy bien, nacieron un poco deprimidos porque la bebe ya estaba casi sin espacio y sin oxígeno, no dejamos entrar a tu esposo porque iba a ser muy impactante para él. Y es mejor hacer todo de la manera correcta. Los bebitos prematuros son muy fuertes, vas a ver que salen rápido para encontrarse contigo".

Fueron días muy difíciles los que vinieron... todos estaban felices y me decían lo bellos que eran, lo iguales que eran a mí y lo activos que se les veía detrás de la luna en la sala de bebes. Pero yo no pude verlos hasta el día siguiente, no pude cargarlos hasta el día posterior a ese que los vi por primera vez, y no pude tenerlos en mi pecho hasta el tercer día. Pero lo bueno de toda esa pesadilla es que hoy están aquí, con nosotros, sanos y con muchas ganas de crecer y comerse al mundo como un día se los dije mientras estaban en mi panza.

Este mundo no es perfecto... pero con ellos en él estoy segura que será un poco mejor. Y además, ellos son dos estrellitas que sin duda alguna, han venido al mundo para ponerlo de cabeza. Al menos el mundo de su papá y su mamá.

Les presento a Marcel y a Naelle... mis hijos!





El heroe de mi vida