Decidí caminar hasta la casa de Tere, mi psicóloga, para tratar de sólo pensar en eso: caminar. Cada uno de los pensamientos que me atacaban eran desechados al instante hasta quedar con la mente en blanco. Unos segundo al menos concentrándome en cada uno de mis pasos. Pero no lograba sostener esa imagen por más de 5 segundos. Otro pensamiento venía corriendo como para arrebatar todo lo blanco para transformarlo en mil colores. Y no colores tan lindos y combinables que digamos. Pero seguí caminando, tratando e intentando una vez más. Paso a paso...
Después de una hora de conversar y soltar todo lo que me tiene así hace días, con el ceño fruncido y una arruga más en la frente, de nuevo me dispuse a caminar e intentar mantener ese estado ZEN en el que salí de mi cita. No dejaba de preguntarme cuánto me duraría, sin darme cuenta que esa misma pregunta era un estrés más a la larga lista.
Miré el reloj y me di cuenta que se hacía tarde. Debía llegar en unos minutos a la oficina y seguir con lo que empecé hace tres semanas y se acaba en unas horas, por fin se acaba al menos por un tiempo. Pues ya me di cuenta que lo mío es altibajos constantes y si no me abrocho bien el cinturón nada me aguanta, todo se aloca. Caminé un poco más y me di cuenta que me faltaba mucho, esperé un taxi por algunos minutos y los dos primeros que pasaron por casualidades de la vida "no iban a donde yo quería", típico. De la nada pasó uno, era un carrito viejo (yo no suelo tomar taxis de la calle y menos si es un carro que no me convence) pero estaba tan apurada por irme que me subí nada más.
El señor parecía amable, su voz ronca y y uñas un poco sucias me hizo pensar que seguro era un hombre cualquiera. Pero no, ese día me di cuenta que los ángeles también pueden tener uñas cochinas, estar mal vestidos y con la voz aguarrientosa... lo que mis oídos escucharon en ese momento me hicieron soltar todo eso que no solté durante una hora de terapia.
- ......silencio sepulcral en el carro... señor por favor puede subir su luna, hace frío.
- Claro que sí señorita, mil disculpas, es que como ando todo el día aquí metido puede que no sea muy agradable para los pasajeros (risas tímidas).
- Gracias...
...nos minutos después...
- Yo vivía por esta zona señorita, muy linda zona. Vivía con mi gran amor...
...suspiros...
- Hace dos días no duermo señorita.
- Uy no le creo. Ha tenido mucho trabajo entonces?
- Sí, bueno ya quisiera, he estado buscando trabajo más que nada. Y bueno, cabeceo en las noches pero no es lo mismo que dormir.
- Debe estar cansado...
- Sí, pero bueno señorita la calle está dura.... el trabajo es duro... pero el hombre no para porque no debe decir nunca no puedo. En la vida todo se puede. El hombre debe luchar y caminar y caminar y siempre decir yo puedo. Por que sino, de qué vivimos señorita. Uno siempre tiene que tratar de salir adelante y dar la mejor cara a los malos ratos. Así que ya sabe señorita, nada de decir no puedo. Porque los hombres siempre podemos.
...el carro frenó lentamente...
- Que tenga un muy buen día señorita. Ya llegamos...
Seguía mirándolo fijamente mientra él me miraba por el espejo retrovisor. Los ojos se me empezaron a llenar de agua y simplemente atiné a decirle "que Dios lo bendiga mucho señor. Que tenga un día buenísimo. Cuídese mucho". Le toqué el hombro sinceramente y traté de agradecerle por esas mágicas palabras con una sola palmada en el hombro.
Bajé del carro y caminé...
Los ángeles también pueden tener las uñas cochinas pero el mismo corazón enorme.