Agosto entra a su última semana. Este mes aprendimos muchas cosas y dejamos algunas cuantas por entrar a en la lista de tareas pendientes. Cumplimos un año más como padres y logramos cosas que antes creímos muy lejanas. Gané un poco más de temores en lugar de perderlos, pero siempre con a meta de lograr que desaparezcan en el menor tiempo posible. Porque si de algo estoy convencida, es que de los miedos no se vive. Y estos miedos no son más que amarras que nos atan al suelo sin poder siquiera movernos. Pues es bueno siempre tener raíces afianzadas en la tierra pero que nos permitan movernos y de vez en cuando volar un poco, siempre que sepamos cómo regresar, obviamente.
Es bueno siempre verle el lado bueno y positivo a todo lo que nos pasa. Algunas veces es más difícil encontrar ese ángulo, pero otras veces se torna divertido, porque creo que ahí está el reto, cuando uno quiere ver todo rosado, lo logra aunque al principio esté borroso medio gris, solo depende de uno. A veces es bueno que reviente un poco el rollo pero siempre para darnos cuenta que hasta de una explosión se pueden construir ciudades enteras. Se empiezan por los pedazos más grandes y se completa con los más pequeños. Así es más fácil.
Me sigue pareciendo increíble estar ya en la segunda mitad del año. Parece como si realmente recién estuviéramos empezando cuando más pegados al fin de año estamos. Pero en fin, si vamos a terminar el libro en las mejores páginas, pues bueno, que venga ese gran final.
Que agosto se acabe significa dos cosas: pasamos un mes especial en el que los tesoros de mi vida dan una vueltita más al sol, y entramos en un mes especial porque me recuerda a ti. El mes en que naciste y el mismo mes en que te fuiste. Es un mes especial, pero difícil. Este año se cumplen 8 años lejos de ti pero realmente parecen 8 minutos porque siempre estás con nosotros. Siempre en nuestros corazones, en nuestras vidas y en nuestras mentes. Siempre papi.
