El cuarto cuartel

Llegamos tarde al hotel. La calurosa ciudad Iqueña había dado pase al viento helado de la noche y la garúa coqueteaba insistentemente con nosotros jalando ambas maletas sin hacer mucho ruido.

- El único cuarto que me queda es uno múltiple señores.

- Cómo es eso de múltiple???

- Múltiple señorita, muchas camas y muchas personas.

- Pero qué tipo de hotel es este? Eso parece una cuadra de cuartel militar.

- Justamente ese es el nombre "cuarto cuartel".

- Repito, qué clase de hotel es este???? 

Se miraron con los ojos bien abiertos, sin decir una palabra hasta que el recepcionista respondió.

- El único hotel que queda libre señores. No querrán pasar la noche en las afueras con esta lluvia no?

Agarramos las cosas y las arrastramos al cuarto cuartel. Quisimos sacar las pijamas y dormir juntos en la única cama de plaza y media que quedaba libre. Unos 6 o 7 personajes difusos descansaban en 6 o 7 camas. A nuestro lado derecho, un señor de mediana edad dormía boca arriba con ambas manos entrelazadas en el pecho. Como si estuviera en un ataúd. 

Resignados colocamos la maleta en la cama para sacar algunas cosas importantes para pasar la noche. Ya qué nos quedaba. Arrodillados en el suelo sin hacer mucho ruido, susurrando bajito y casi con las cabezas escondidas detrás de la cama nos dimos un beso sin que nadie nos vea. Cuando regresamos la mirada a la maleta la vimos parada en el umbral de la puerta de entrada. Una niña de más o menos 5 años con un largo vestido celeste de bobos y pechera miraba fijamente al señor de la derecha. Sonrió con malicia y se deslizó para trepar a horcajadas hasta la cara del sujeto. Lo miró de una extraña manera y nosotros casi sin poder respirar para no emitir ningún sonido empezamos a temblar. 

Él me tapó la boca y me abrazó fuerte. Las lágrimas empezaron a correr por mi rostro mientras pensaba ¿quién era esa niña y dónde había salido? ¿qué quería con ese señor que tranquilo dormía? No pasaron ni veinte segundos cuando lo descubrimos. La niña atacó al sujeto mordiéndolo al lado izquierdo del cuello para empezar a succionar todo lo que podía. 

Temblando recordé que había guardado la pistola que heredé de mi papá en lo más profundo de la maleta. Estiré la mano y busqué con cuidado, haciendo el mínimo ruido posible, buscando a tientas entre ropas y calzones cuando la encontré. La saqué con cuidado y apunté con cautela. La tenía en la mira. No podía fallar ese tiro de gracia, era mía y estábamos salvados. 

- Click!

Tiré el gatillo y pude ver el fin. Ni una sola bala salió del orificio y ese mínimo sonido bastó para que notara nuestra presencia. Volteó casi instantáneamente y nos miró fijamente para abrir la boca y proferir un horrendo sonido mientras volaba hacia nosotros. Cerré fuerte los ojos y le agarré la mano clavándole las uñas.

Abrí los ojos al segundo después de emitir algo parecido a un "grito" y estaba en mi cuarto a su lado. Durmiendo juntos como cada noche. 

Nunca más vuelvo a comer sanguchitos de pollo en la noche...

Lo tengo decidido...