Hace mucho tiempo una princesa vivía en un mágico castillo de colores, sueños e ilusiones.
Su padre, el Rey, construyó el mundo perfecto para ella.
Tan perfecto que de vez en cuando se preguntaba si sería real o solo uno de los truculentos encantos del inmenso poder del amor.
Tan perfecto que no había lugar para los crueles, menos para los miserables de alma. Ni que decir para los rencorosos del amar.
Tan perfecto que olvidó dejar a la mano ese "manual en caso de crisis" para orientar ante cualquier arrebato o envidia burlesca que naciera a las afueras del disfrazado castillo soñado.
Tan perfecto que un "buen / mal" día se daría cuenta que ese hermoso paisaje que veía a través de su ventana no era más que lo que el corazón de su sabio padre proyectaba a los ojos de su pequeña princesa.
Lástima que ese tipo de edificaciones sean un tanto engañosas.
Y cuando menos uno se lo espera, un ventarrón de malicia y desamor que viaja desde el fondo de un vacío corazón, trae al suelo lo que con tanto amor un padre a su hija regaló.
Pero a veces es necesario sentir el golpe
para conocer lo verdadero.
Y solo asi por fin,
tal vez...
dejar morir la ilusión.
2 comentarios:
Un castillo con ilusiones y pegasos, con donsellas y duendes, pero sin un sabio rey. Y aún así es posible mantener en pie el castillo de tu vida. Adelante!
muchas veces he pensado en eso, en que se creen algunas personas para venir a destruir aquel castillo que muchos padres o madres construyen para sus hijos...
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