Lo que hay en un rincón de mi mente

Tengo el orgullo de poder decir que la persona más importante en mi vida fue un verdadero heroe.
Un hombre que con cada palabra, me enseñó a ser lo que soy ahora.
Un hombre que por 65 años, se dedicó a vivir sus sueños y a hacerlos realidad.
Un hombre por el que yo daría la vida.
Un hombre que aunque ya no esté conmigo, en este mundo, lo está a cada minuto en mi corazón,
en mi mente, en mi alma.
Un hombre al que le dedico este blog.
Un hombre al que yo prefiero decirle papá...

22.9.09

Hace casi un año... Escribí esto para ti


Hace casi un año me pidieron escribir algo de ti.
Algo para la revista del Aeroclub.
Ese lugar que tanto quería y al que le dedicaste prácticamente tu vida entera.
Ahora, después de 12 meses lo leo, y aun no puedo creer que ya no estés con nosotros.
Siempre serás esto y más papi.
Siempre llevaré en alto tu apellido.




Un 13 de septiembre vino al mundo un niño que nació para volar y vivió volando por el cielo llegando a lo más alto tocando las nubes con los dedos. Quería volar a donde no han llegado ni golondrinas ni petirrojos, a donde solo Dios alcanza con su infinita bondad, a donde solo los ángeles pueden llegar. A donde solo los héroes, llegan cuando deben llegar.

A este niño le pusieron de nombre David. David Daniel Alarcón Bullón. Noble por naturaleza, con un corazón de gigante y una sonrisa que parecía tallada en sus labios. Nunca existió malicia en su interior, toda obra que él hacía, era hecha con amor. Daba todo por sus seres queridos, y era solidario con todo el que lo rodeaba.

Este niño fue creciendo con los mismos valores que lo caracterizaron siempre. Buen hijo que enorgullecía a sus padres con altas calificaciones y buena conducta en el colegio Pardo de Chiclayo, lugar que lo vio nacer y crecer. Claro que también se distinguía por ser “palomilla”, como muchos le decían. Cada día era una travesura nueva, con profesores, amigos o familiares. Hasta que decidió crecer realmente y separarse de sus padres para viajar a Lima e ingresar en la Escuela de la FAP. Su sueño estaba a punto de cumplirse, llegar a subirse a verdaderos aviones con armamentos de verdad y un piloto de verdad.

Más conocido como “Polvorita”, se encargó de darle alegría a sus compañeros de promoción y hacer de las suyas en todo momento. Tuvo también momentos peligrosos como cuando participó valientemente en la guerra del Cenepa como principal bombardero. O en la guerra con el Ecuador y las Malvinas.

Después de unos años de convertirse en un militar de la FAP, conoció a la persona que sería su otra mitad, la dupla perfecta para construir una familia con una raíz increíblemente fuerte que sabría como superar cualquier cosa que le pasara. Ella es María Esther Puga Pomareda. Se casaron un 7 de diciembre y comenzaron a vivir una historia única y llena de momentos agradables. Juntos tuvieron 4 hijos: Karina, Lissette, David y Maria Esther. Cada uno con una característica parecida a sus padres, con los mismos valores que ellos les inculcaron desde muy chicos.

Es ahí donde nace su segunda más grande pasión en la vida: sus hijos. Ya no solo su vida giraba en torno al cielo y en llegar alto, sino en su familia, en su esposa y en sus cuatro tesoros. Un padre ejemplar que se dedicó al 100% a ellos y a darles todo lo que necesitaban. Tal vez lo que le faltó enseñarles fue como sobrevivir a una gran pérdida o como no morir de amor, de un amor incondicional que más adelante les faltaría.

Los cuatro crecieron derechos y fuertes. Seguros de sí mismos y decididos a jamás rendirse y llegar a ser alguien en la vida, como su papá. Cada uno con un carácter distinto y dominante, con rasgos muy parecidos a los de él. Siempre orgullosos de ello.

Solo uno sacó la misma pasión por volar, el único hombre, pero por azares de la vida, no decidió dedicarse a eso como su papá. Solo vivía la aventura de tocar el cielo a través de las infinitas y fantásticas historias que contaba, de cuando volaba en diferentes aviones, sobre todo cuando pertenecía a su otra querida familia, la “familia camberrista”. Historias personales, de amigos, colegas, historias reales, cautivaban a todo aquel que las escuchaba. Y es que eran contadas con tal sentimiento que las hacía suyas con solo unas palabras.

Elocuencia sin fin, se caracterizaba por su facilidad de palabra con grandes y chicos, consejos y recomendaciones que nunca estaban de más. Nunca dejaba que sus hijos abandonen la casa sin recibir una serie de avisos: cuidado con los ladrones, con los borrachos que manejan sin prudencia, con los policías, etc. Y no solo con cuidados en la calle, si un miembro de la familia enfermaba, el primero en correr a consultar con un médico especialista o con un farmacéutico, era él. Consejos que muchas veces sus hijos dejaron pasar como siempre un hijo a veces no escucha las palabras de un sabio, de un maestro de verdad.

El Aeroclub. Su segundo hogar. Esposa e hijos siempre reclamaban porque pasaba la mayor parte de los sábados familiares en la base de las Palmas, haciendo y deshaciendo miles de pendientes en el Aeroclub. Y es que ser Presidente de la Junta Calificadora y el instructor con más horas de vuelo acumuladas y muchos años de experiencia en el aire, le dieron las alas necesarias para llegar lo suficientemente alto en este club y hacerlo cada día mejor si es que estaba dentro de sus posibilidades.

Todo comenzó en Chiclayo, cuando formó parte del Aeroclub de esa ciudad. Cuentan que desde allá movía mar y cielo para que lo dejaran volar diferentes avionetas como: la Piper Cheroquee, Piper Azteca, dos tipos de Cesna, el Stearman PT.17, entre otros. Fue también piloto de prueba de una nueva nave construida y diseñada por el Capitán e Ingeniero Aeronáutico, Waldo Urteaga. Y no solo terminó volando muchas horas, sino enseñándole a todo el que podía, como lo haría después en Lima.

Diferentes miembros cuentan historias del reconocido “Polvorita”. No había día que no llamara para preguntar si había algo nuevo o algún plan para ese día. Él gustosamente, aún así el reloj marcara la 1:00 PM, hora de almorzar, agarraba las llaves de su carro y enrumbaba camino hacia allá para dar un par de vueltas en el cielo. “Nuestro caballito de batalla” también le decían. Recuerdan que cuando necesitaban algo, o se presentaba algún imprevisto, el General Alarcón entraba en acción. Sacaba de su bolsillo su RPM y hacía todas las gestiones necesarias para que el Aeroclub tuviera todo lo que necesitaba, igual como lo hacía en su casa y con su familia. Por algo era su segunda casa. Era su escape del mundo. Su refugio. Su manera de sentirse más que vivo. De sentirse inmortal. Para este casi legendario personaje 3 minutos en el cielo, eran 3 minutos gloriosos. Él mismo contaba que si tuviera que dejar su trabajo para dedicarse solo a su Aeroclub, lo haría con gusto.

Volaba el Hawk II más que cualquier otra avioneta. Volaba de día, de tarde, sea la hora que sea y daba instrucción tanto a civiles como miembros y ex miembros de la FAP. Sus hijos, sobrinos, amigos y amigos de sus hijos disfrutaron junto a él, grandes momentos que dejaran huella en sus memorias. Todos los sábados, desde temprano sus hijos le pedían con insistencia que los lleve a volar. Las veces que volaron con su papá, cuentan que se sintieron con el pecho inflado de tanto orgullo hacia su padre. Siempre lo vieron como un ejemplo a seguir y como la persona que les dio rumbo a sus vidas. Y lo seguirá haciendo por muchos años más.

Esperaba con ilusión volar el Quicksilver, avioneta que ya había intentado volar y que por azares del destino se presentaron algunas complicaciones, pero en la siguiente no tendría ningún tipo de problemas. Polvorita, muy seguro de lo que afirmaba decía que si dos pasajeros “peso pluma” como el, subían al Quick, no existiría problema alguno.

Innumerables anécdotas que dan a conocer ese lado de Polvorita quedan cortas cuando se trata de ponerlas por escrito en solo unas líneas. Pero, sin duda alguna, vivía por volar y volaba viviendo.

Una de las tantas huellas que este ejemplar maestro dejó, es el sentido tan arraigado de heroísmo que siempre tuvo y tal vez sus hijos nunca conocieron hasta ese día. Ese día que lo llevó al fin de sus días para enaltecer su nombre y llevarlo al infinito. Ese día que decidió sacrificar su propia vida, por salvar más de 40 almas que aún no estaban preparadas para subir a los cielos. Ese día en que todo parecía indicar que sería como cualquier otro sábado. Ese sábado 27 de septiembre que marcará la vida de muchos. Ese sábado que lo llevó a la gloria para convertirlo en todo un héroe. Un héroe que fue hijo, padre, esposo, amigo, hermano, guía, consejero, maestro y compañero de vida ejemplar. Un héroe que cumplió su más preciado sueño de volar tan alto que no pudo regresar. Un héroe que está ahora allá arriba, en un lugar lejano para nosotros, pero tan merecido para otros, tomado de la mano de una niña pura, buena y tan llena de alegrías, Almendra Merea Paz, quien recibirá todo el amor que recibieron sus hijos acá en la tierra durante tantos años. Un héroe que supo como subirse a su pedestal en el momento indicado y estoy segura que sus hijos llevarán orgullosos su nombre por siempre.


Un héroe, al que yo tengo el orgullo de llamar papá.
Un papá que siempre será mi héroe.

1 comentario:

Luis Guadalupe dijo...

Hola Marité. Luego de lo que ayer tuve conocimiento, me he puesto a leer tus posts de setiembre desde que creaste tu blog y ahora sí entiendo perfectamente lo que aún sientes.

Almendrita era mi sobrina, la hija de mi primo hermano, Carlos, y esa noche fue dura. Yo estaba en casa de mi hermano y una tía lo llamó para decirle que parecía que Almendrita había tenido un accidente. De inmediato me llamó y me contó y se me escarapeló el cuerpo, rogando que nada malo pasara. Minutos después se confirmó que había muerto y buscamos en la web y fue durísimo confirmar la noticia.

Esa noche no dormí, cuestionando al de arriba muchas cosas. Y los siguientes días fueron muy dolorosos para nuestra familia. Ha sido uno de los momentos más tristes que me ha tocado vivir en toda mi existencia.

Te mando un abrazo muy grande, querida amiga.

LUCHO

El heroe de mi vida